En la vida cotidiana, aunque no lo creamos, siempre hay cambios. Y además, hoy tenemos un cambio de época, con: crisis, cambios de modos de trabajo, cambios por ser muchos, cambios en la manera de comunicarnos. Hoy la información está dispersa, más abierta, fluye en todas las direcciones; alguna es accesible, otra oculta…disimulada, para ser utilizada por unos pocos en provecho propio. También hay cambios en la conformación humana de Fontanar: hoy son más los de afuera, abundan los emigrantes y hasta tenemos un local chino. Por otra parte, los cambios económicos nos afectan directamente, no sabemos quién tiene el control: El Banco Central Europeo, los alemanes, Rajoy y sus socios, los bancos nacionales… toda la globalización se ha insertado en lo económico y la comunicación. Y las leyes ya no sirven, los controles han quedado obsoletos. La responsabilidad de la crisis se diluye, porque interesa que no haya cabezas responsables. Los medios de información oficiales mal informan: cuentan medias verdades y ocultan realidades, nos atontan con programas basura, y somos los reyes del deporte visto. La política se simplifica a dos posturas similares de especialistas, que se presentan como si constantemente se estuvieran tirando piedras (El cuento de gatos blancos y gatos negros), ellos se sienten los únicos representantes de la democracia; cuando son gobierno de turno, dictan leyes para provecho propio y de próximos; confundiendo mercado y Estado; confundiendo la necesidad particular con lo común. Pero la verdadera democracia es de toda la sociedad, y debe incluir a todos. Debe ser entendida y respetada, como una emanación de la lógica del pueblo, no de los que se auto-titulan sus representantes. Y esta lógica de todos, tiene que asumir su responsabilidad, saber que el mundo es finito, que la tierra es limitada, de naturaleza frágil, y que dependemos de ella, nosotros y nuestros hijos.
La democracia debe estar viva, debe ser aprendida día a día en las plazas, abierta y compartida; donde debemos intervenir todos en el debate cotidiano, para actuar e influir en lo común, en nuestro mundo que es común. La democracia debe ser más que una palabra, debe ser más que una estructura manipuladora útil solo para elegir representantes, que como un viejo martillo, sigue clavando los clavos de siempre, con pautas caducas. La actual constitución y muchas leyes, no pueden permanecer cerradas, de espaldas al pueblo, actuando solo como herramientas represivas o de principios vanos. Entre la gente actual que vive su tiempo, la jerarquía impuesta no es natural, hay que buscar formas más horizontales de participación; no basta solo votar cada cuatro años, y mirar los Plenos como invitados de piedra. Hay que establecer mecanismos para que todos podamos decidir, cada día, en lo que nos es común. ¿Qué debe hacer un político: “Estar con la gente o representar a la gente”? La respuesta es: Cercanía y horizontalidad, estar contra jerarquía y los privilegios. Hay que buscar otra política, lejos del “Quítate tú para sentarme yo”.
Hoy hay muchos que desprestigian la palabra “política”, pero hoy es tan necesaria, como siempre ha sido, desde que somos seres gregarios que interactuamos. Sin política, viviríamos aislados, necesitamos la política, es una herramienta para que, pacíficamente, solucionemos nuestros conflictos de intereses, que siempre los habrá. La política no tiene por qué estar ligada a tecnicismos ni a racionalidad científica, ni a la burocracia; sino al acuerdo, al consenso y a la viabilidad de las decisiones de conjunto. Hoy, el teatro institucionalizado de la política oficial, mercantil y financiera, tiene que ver con un laberinto lastrante, montado para evitar cambios profundos, esta política está caduca. El actual sistema permite cambios de forma y sobre temas sin trascendencia, para que en el fondo nada cambie. Lo importante es el diagnóstico del cambio, hay que repensar la política constantemente, según las necesidades de todos, buscando soluciones positivas para su mejor resolver. La injusticia siempre es relativa y diversa, pero el modo de afrontarla debe ser unitaria y pacífica. La meta será siempre buscar el mejor camino, tratando de llegar a vivir en la diversidad y en la igualdad, de modo que lo que nos una, sea más fuerte que lo que nos separe.
Jesús RochaVer como temas relacionados: